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Descubrí Duke Universtity y Chapel Hill

Llegué sin sobresaltos a la terminal de Durham. Bajé del colectivo y me dirigí con paso seguro al hall de la terminal. Allí encontré todos los folletos con los colectivos y sus recorridos. Tomé uno de cada uno y miré mi mapa de la revista: el Centro de Información turistica (i) estaba en la oooootra punta de la ciudad.
Claramente, los turistas no llegan a la terminal ni andan a pie. Le dije a la chica de turismo que quería ir puntualmente a estos lugares. La pregunta era cómo iba de uno a otro. Una vez más, la eficiencia de la internet. Se sentó sin dudar frente a la pantalla para urgar en la web. Le mostré mis folletos, y con un par de llamados me confirmaron que las paradas quedaban a 1, 2 o 3 millas del punto de interés turístico. Les agradecí, aunque no me solucionaron el problema y caminé hasta Mc Donald's -terreno conocido- para calmar mi sed. Bastante desilusionada y pensando que había perdido el día, volví a mirar el mapa con un licuado de frutillas y me di cuenta de que la única forma de salir de la desolada ciudad era volviendo a la misma terminal que me había visto llegar 70' antes. Tenía alternativas (las alternativas son simpre 2): (a) otro número de la misma línea de antes, (b) una nueva línea de colectivo. El primero ya había salido, en horario, así que tomé el segundo que parecía estar esperándome. Pagué nuevamente pasaje completo para todo el día y seguí el itinerario en el mapa. Este colectivo no tenía las señales que el anterior, pero sí la cuerda que pasa por todos los asientos que hay que usar para indicar que bajás. 10' más tarde, me había pasado de la parada para conocer la Capilla de la Universidad de Duke. Pero me bajé en medio de los verdes parques de ligustrinas recortadas y me refugié bajo la sombra de los árboles. Los senderos entre los antiguos edificios de piedra me llevaron a destino y, para mi agrado, la capilla tenía las puertas abiertas para los visitantes, cosa mal anunciada en la revista. 
Con la sensación de haber recuperado el día, y con un mapa del campus, llegué al hospital "Sur", que había visto desde otro ángulo cuando me pasé la parada. Por consejo del policía, una vez adentro del hospital "Sur" sería más fácil llegar al hospital "Norte", donde tenía otras alternativas para seguir mi visita. Llegué al hospital, era zona de no fumadores desde los jardines que lo rodean. Y una vez adentro... ¿este es el hospital? ¡Ni olor a gasas y jeringas tenía! Parecía un hotel de lujo. Caminé por los silenciosos pasillos antiflama y por fin me crucé con una persona.
-Usted me puede ayudar a llegar al hospital del norte?- le dije entre pregunta y afirmación. Por suerte para él, íbamos para el mismo lado. Me explicó, con una sonrisa, que había un tren que me llevaría para allá. nada más. Cuando llegamos a la puerta, se enteró que el tren ya no existía, pero que en su lugar, había colectivos eléctricos. Le agradecí y salí al calor nuevamente. Allí estaba el ecológico, cuyo itinerario me llevó a destino.
El hospital del Norte es ya el hospital de la ciudad, con una fachada futurista. No más parques ni ligustrinas: salí del bosque como en la película The Village.
Nadie supo decirme dónde paraba el colectivo que iba al punto turístico, Bennett Place, una granja en el 1865, donde firmaron la paz de la guerra de Secesión. Hoy sigue estando alejado del ruido. Mi sentido de la orientación me jugó una buena pasada y crucé la avenida para tomar el nuevo colectivo, a o b, el que llegara primero, porque el calor era agobiante. Y el  primero que llegó, me llevó a Chapel Hill, la ciudad de la Universidad de Carolina del Norte

1 comentario:

  1. Que lindo que es viajar y poder compartir asi la experiencia en este medio del espacio-tiempo!!! sigan asi!!!!!!!!

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