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Cómo estudian acá / ¡Cómo estudian acá!

Estuve absorbida en una montaña de tareas. Desde antes del primer día de clases, está disponible la bibliografía que se va a usar en el cuatrimestre (semester). El profesor envía un email de bienvenida con algo de información. La universidad cuenta con un sistema cibernético denominado Blackboard (Bb). Los profesores que quieren utilizarlo para interactuar con sus alumnos cuentan con un espacio por cada materia y, a su vez, los alumnos inscriptos en sus materias son los únicos con acceso.

Si bien las clases presenciales tienen asignados un aula, un día y un horario fijos, los profesores deciden la frecuencia de los encuentros. Ahora bien, cada 3 horas cátedra semanales, se espera que los alumnos trabajen 9 horas más. Estas tareas fuera de la universidad consisten en lecturas, participación en foros posteriores a las lecturas, resolución de cuestionarios, reflexiones personales, escritura de breves ensayos, propuestas de proyectos, análisis de proyectos de compañeros, evaluación de proyectos, y lo que se les ocurra. Estas tareas se envían por Bb, a través del vínculo correspondiente a la tarea, que se cierra a las 23.59 del día de la fecha de vencimiento de la tarea.

En otras palabras: ¡no hay fines de semana, ni feriados! Si bien los profesores tratan de no asignar trabajos necesariamente para el fin de semana, el tiempo es tirano y me encuentro dedicando más de 12 horas semanales a cada una de las tres materias que curso.

Al principio me costó mucho –MUCHO– adaptarme al sistema de Bb y a recordar los plazos de entregas de cada profesor. Además, la intriga de saber cómo clasifican y qué esperan del alumnado ¡me hacían temblar cada vez que recibía un email de los profesores!

La comunicación es muy fluida. Cada profe con su estilo pero todos con exigencias particulares. Dedican mucho tiempo a cada alumno fuera de la clase. Tienen horas de oficina para reunirse con los que piden hablar para atención personalizada. A veces pienso que no tienen descanso. Corrigen concienzudamente. La tendencia es la siguiente: el alumno aprende por lo que hace (Dewey, 1900 y pico), y necesita la guía del profesor. Entonces dejan que cada uno haga sus interpretaciones de las tareas y mande sus trabajos. Todos son válidos y la nota depende del progreso que vayas haciendo del primer trabajo al último y cuando te escuchan en las clases o analizan tus opiniones en los foros. También registran notas por cumplir con las entregas, las participar activamente y acatar las instrucciones.

Desde el primer día, el alumno sabe cuánto vale -en puntaje máximo- cada intervención durante el proceso de aprendizaje. A medida que pasan las semanas, aparecen en tu Bb las clasificaciones que vas recibiendo. Al finalizar el curso, se hace un porcentaje y se traslada a la escala de letras que usan ellos: A, A-,B+,B, B-, C+, C, C- (esta última equivale a un 70 a 73% del posible rendimiento).

Vi que hay una campaña para eliminar las notas de las clasificaciones. Si bien evaluar es necesario, el verdadero conocimiento se evidencia fuera del aula y con posterioridad a los estudios. Mi profesora china lo dijo clarito: “la nota no importa, lo que importa es cómo van aprendiendo”… y uno para sus adentros, aun con mente monocultural, piensa “¡más vale sacarme buenas notas!”


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