Habíamos packed light. Hacía 15 días nos paseábamos por EUA. La bienvenida fue en lo de María José, la prima de Santi. Llenamos los pulmones con aires de familia, nos llevaron a recorrer la Florida, nos entrenaron en manejo de autos automáticos y nos nutrieron de comida casera que pronto extrañaríamos.
De ahí, volamos a Carolina del Norte, el estado más elegido para sentar oficinas de grandes empresas. Muy verde y prolijo. Nos hospedamos enfrente de donde Santi hizo su semana de entrenamiento para incorporarse a su trabajo. Mientras tanto, yo descubría el "mall" ("shopping center" en castellano), la escasez de veredas, la cultura de autopista y auto a todos lados, el servicio de colectivos y sus pasajeros -quienes lo tomamos por no contar con auto. Gracias a Facebook, Santi encontró allí a un ex-compañero del colegio. Nos pasó a buscar una tarde y conocimos su casa, su familia y sus pensamientos. Al día siguiente, su mujer, Agus, me llevó con la pequeña Mía, de cuatro meses, al Parque de Preservación de Lemures. ¡Otra ídola! Es un destino al que sólo se accede en auto, mejor con GPS, y una parada estratégica en Starbucks -en medio de un parking lot- antes de llegar y en Panera Bread del mall para el almuerzo. Todo nuevo, incluso saber que hay cambiadores de pañales en todos los baños públicos.
Ya viernes, Chicago fue nuestro siguiente destino. Nos encantaron las 36 horas que pasamos allí. Y una vez en el Grey Hound, ¡queríamos llegar a casa!
Casa. Terre Haute nos esperaba con un sol agobiante. Las llaves del dos ambientes en los edificios de la universidad nos esperaban, como estaba previsto. El departamento es muy cálido y tiene todo incluido en la -permítanme decir- renta. Es un first floor, o sea, planta baja con vista al parking lot y a una plazoleta verde, que transforma los colores al llegar el otoño, se embellece con la nieve, el viento y las heladas en invierno y florece cálidamente en primavera.
Esas primeras horas en Terre Haute fueron de lo más gratas. Además de conocer a Dani y a Chris, la coordinadora de intercambio, Janis y su marido, Arthur, nos esperaban es su casa con una riquísima cena a las 6.30 de la tarde. A decir verdad, habiendo salteado el té, cayó al pelo. Pero la actividad seguía luego. Teníamos que ir a Wal-Mart para abastecernos de un colchón, sábanas, toallas, vajilla y algo para desayunar. El resto vendría con el tiempo. Y nos sentimos satisfechos al llamar "casa" a casa cuando hubo una mesa a la que sentarse a comer... meses más tarde.
El primer cuatrimestre me estresó. Comprender el uso permanente y la dependencia de la tecnología, lecturas semanles y entregas asignadas, con fechas estipuladas desde el primer día de clase para la totalidad del semestre, las actividades extracurriculares, encontrar amigos nuevos fuera del aula, decidirse por un auto, elegir en el súper el jamón más parecido al nuestro, "asociarse" a una iglesia, buscar precios para los muebles, laptop, celular. ¿Dónde venden yerba? ¡Las actividades hoosier! Como salir a pasear en el auto por el Parke County durante los 10 días dedicados a los puentes, disfrutar del zoológico de Indianápolis, el último partido de Football (con acento en la "a", que suena como "o", y que es con cascos y 80 jugadores a la vez) de la temporada.

